Kévin Germanier, el estilista suizo que brilló con sus retales en la clausura de los Juegos
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París - El joven diseñador suizo Kévin Germanier es, por necesidad, un defensor del uso de retales de ropa, un aficionado al color a pesar de vestir sobriamente, y una estrella en boga tras su brillante demostración de estilo en la clausura de los Juegos Olímpicos.
Germanier, de 32 años, desfila este martes en la Semana de la Moda femenina de París, pero se siente un fenómeno aparte.
"A la gente en el mundo de la moda le gusta que todo sea 'slick' (inmaculado), pero yo me veo un poco como un Frankenstein con mis experimentos, componiendo mis cosillas", advierte de entrada.
Su estilo es regresivo, lúdico, colorido. Usa pompones gigantes, perlas sacadas de un maletín lleno de sorpresas y una gran maestría en las técnicas de la alta costura.
Ensalzado por críticos y fashionistas, fue elegido por la encargada de atrezzo de la ceremonia de los Juegos, Daphné Bürki.
Durante los nueve meses de preparación ultrasecreta del traje del "viajero dorado", que se lanzó desde lo alto del Estadio de Francia, Kévin Germanier dice haber "vivido la experiencia de su vida".
"Es la plataforma más grande que me hayan dado nunca", añade, aún lleno de emoción dos meses después.
Vogue elogió "el traje más impresionante de la ceremonia". Los internautas se desataron ante esta silueta de criatura voladora, mitad avispa, mitad mosquito, mitad fuego artificial.
"Crear con basura"
Como toda su generación, por convicción tanto como por necesidad, el diseñador ha adoptado el "upcycling" o supra-reciclaje: el uso de retales de tela, materiales de stock y descartes.
Todo comenzó durante una pasantía en Hong Kong, cuando observó en un escaparate bolsas de perlas "que se habían desteñido al sol", cuenta Germanier.
"El 'upcycling' no es ir a una tienda vintage y hacer algo con una camiseta, es realmente trabajar con basura", explica.
Nacido en Granges, en el cantón suizo de Valais, Germanier creció apegado a su madre y su abuela, que acostumbraban a "coser una flor en un agujero en lugar de comprar algo nuevo".
Impulsado por su familia, se inscribió en la prestigiosa escuela londinense Central Saint Martins.
"Todos mis proyectos eran negros, grises y beige y, para mi colección de fin de estudios, como no tenía nada que perder porque ya sabía que tenía un trabajo esperándome en Vuitton, pensé: todo debe brillar".
"Un negocio"
Desde entonces, este hombre con aire de yerno ideal, raya impecable en el pelo, vestido de negro de pies a cabeza, no hace más que... trabajar con colores deslumbrantes.
"Es como una broma", dice, divertido. "El humor y el contraste son importantes en este oficio", recalca el diseñador, que reivindica "vestidos de plumas y lentejuelas".
"No estamos curando una enfermedad, así que no es ningún drama", añade.
Parisino de adopción, se dice "muy cercano a los números, como todo suizo". No descuida su lado empresarial, y su éxito lo ha llevado a vestir a Lady Gaga o Taylor Swift.
"La moda es, ante todo, un negocio, es importante encontrar el producto que se venderá como panecitos calientes (...) ya sea un perfume, un pequeño bolso o una bufanda", señala.
Su producto estrella es un pequeño bolso baguette multicolor hecho con tiras de perlas, muy pop.
Reclutado por LVMH para explorar los ingentes stocks del grupo y valorizar los desechos a través de un proyecto "guardado en secreto", el ambicioso diseñador sueña con un puesto como director artístico en Dior.
Es al ingresar en este tipo de firmas "donde realmente se pueden cambiar las cosas", revela.
Pero transformar los residuos en belleza debe seguir siendo un placer más que una obligación: "no sé si es mi destino, pero mientras siga creando, será parte de mi proceso y, cuando deje de divertirme, pararé", advierte Germanier (AFP).