Martin Margiela, las tijeras invisibles de la moda
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Ni una sola fotografía de Martin Margiela figura en la primera muestra en París consagrada al enigmático diseñador belga, que hace tres décadas revolucionó la moda con los cortes más inéditos, un legado patente hoy en día en las pasarelas. Y no obstante, Margiela, de 60 años, es el director artístico de su propia exposición, que se inaugura el sábado en el Palacio Galliera y de la que supervisa hasta el último detalle. Invisible pero omnipresente, así fue el creador desde que en 1989 sacó su primera colección, a contracorriente de los códigos estéticos vigentes. Previamente, entre 1984 y 1987, había trabajado como asistente de Jean Paul Gaultier: "No fui su profesor, porque no necesitaba" que le enseñaran, afirma el diseñador francés en un documental sobre Margiela. El punto de partida de este exalumno de la prestigiosa Academia Real de Bellas Artes de Amberes fue un impulso de rebelión contra los años 1980, a los que reprochaba haber convertido la moda en un terreno pomposo de estrellas y glamur.
La prenda y no la marca
A Margiela "le asombraba que las mujeres prestaran mayor atención a la marca que a la prenda", explica el comisario de la muestra, Alexandre Samson. Por ello se lanzó sin un logo visible: "Todos sus abogados quisieron disuadirlo, pero funcionó". Y no se quedó ahí: el diseñador cubrió el rostro de las modelos con el fin de que la mirada del público se concentrara en la prenda: gafas de sol, velos, flequillos tupidos y hasta pasamontañas, en los desfiles que el diseñador organizó hasta 2009, se avanzaba a menudo a tientas. Su originalidad radicó igualmente en los inusuales lugares que elegía para los pases: desde la discoteca hasta la estación de metro fuera de servicio, Margiela fue pionero a la hora de romper con la escenografía tradicional, invitando incluso en 1989 a niños a subirse a la pasarela para corretear en torno a las modelos. En su empecinamiento por el anonimato, tampoco salía a saludar tras los desfiles, ni concedía apenas entrevistas.
Desmontar para construir
En este universo atípico, el diseñador se volcó en revolucionar la moda para que las mujeres se sintieran "libres", según Samson. Fue a buscar en el origen mismo de la confección: estudió la construcción de la prenda desmontándola, mostrando su reverso, su forro y exhibiendo las etapas de su construcción, dejando adrede pinzas, hombreras e hilvanes. En una nueva reacción de despecho a los años 1980, consagró el blanco como su color fetiche y estrechó la anchura de hombros. Llevó el tamaño a sus extremos con el "oversize", cuya máxima expresión fue un abrigo que confeccionó para el cambio de milenio a partir de un edredón, pero también experimentó ampliando a talla humana ropa de muñeca. Entre sus clásicos, figuran los emblemáticos tabis, un zapato con aires de pezuña, inspirado en un tipo de calcetines japoneses que separan el dedo grueso del resto. Diseñó suelas-sandalia, que se atan al pie con cinta adhesiva, así como medias de licra que cubren el calzado y abrigos a cuatro mangas.
Camiseta de calcetines
El hombre que "ama las prendas que no ha inventado" concentró además gran parte de su trabajo en reciclar complementos, tejidos y objetos, creando un suéter a partir de calcetines o un corsé con guantes de cuero. La muestra recorre los 20 años de colecciones firmadas por Martin Margiela, desde su debut en el que le llovieron las críticas hasta su consagración y el inicio de lo que percibió como un declive. "Temía que su trabajo se volviera caricatural", dice Samson. El diseñador se reinventó en las últimas temporadas, antes de anunciar que dejaba su firma, que desde 2014 tiene como director artístico al británico John Galliano. La exposición, hasta el 15 de julio, precede otra muestra en París sobre sus años como director artístico de Hermès (1997-2003), a partir del 22 de marzo en el Museo de Artes Decorativos. (AFP)
Foto: Marcio Madeira/Margiela, Hans Boodt, FashionUnited