El chaleco que Dior "copió", un golpe de suerte para los artesanos rumanos
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Cuando vieron en la colección de Dior una prenda muy similar a su traje tradicional, los artesanos de la región rumana de Bihor se quedaron estupefactos. Pero hoy, se frotan las manos, pues los pedidos han empezado a aflorar.
Para ellos, no cabe duda: una modelo de la famosa casa de alta costura estaba vestida, en el catálogo otoño-invierno 2017, con un "cojocel binsenesc", un chaleco de piel de cordero vuelta, decorado con bordados de vivos colores y forrado en piel negra, como el que lucían sus ancestros en las grandes ocasiones.
"Ese día, publiqué mi primer comentario en Facebook, agradeciéndole a la casa Dior que hubiera apreciado ese bello objeto", declaró a la AFP Dorina Hanza, una bordadora de 52 años.
Hanza y otros artesanos de la región, en el noroeste de Rumania, no fueron los únicos sorprendidos por el parecido, pues los medios locales denunciaron un escándalo y acusaron a Dior de "robo".
"Desde entonces, todo el mundo quiere uno", se congratula Ana Florea, animadora de un club de artesanos de Beius, cerca de la frontera húngara. Algo completamente justo pues "ese chaleco es el nuestro al 100 por ciento", subraya. "Deberían haber dicho: se lo tomamos prestado al pueblo rumano", apunta Hanza, contenta pese a todo de que esto haya servido para dar a conocer al cojocel. "Si no, la tradición se habría perdido".
"Gracias Dior"
Diana Naprodean, de 44 años, comparte su alegría: "hicieron muy bien copiándolo, esto prueba que es bonito", afirma, entusiasmada. De golpe, esta bibliotecaria, a la que le encanta tejer y bordar, se puso a confeccionar su primer chaleco tradicional.
Este ya tiene comprador: una rumana radicada en el extranjero y dispuesta a gastarse 500 euros (580 dólares) en la prenda, que requiere de varias semanas de minucioso bordado. Pese a estar muy por debajo del precio que pide Dior, esa cantidad representa un complemento importante en un país en el que el salario medio ronda los 520 euros.
"Gracias, Dior, gracias a ustedes hemos vuelto a amar nuestro traje tradicional", dice otra joven costurera, Diana Herdelo, de 33 años, que también quiere iniciarse en la confección de ese modelo, habida cuenta del éxito que cosecha.
En respuesta a este interés creciente, la revista rumana Beau Monde y la agencia de publicidad McCann lanzaron una campaña en línea llamada "Bihor Couture" y una página web para pedir los chalecos, blusas bordadas o collares tradicionales. El sitio ya ha recibido un millón de visitas y registrado pedidos para mil artículos.
"Nuestro objetivo era ayudar a la gente de esta región, poner en valor su trabajo y unas tradiciones que corrían el riesgo de morir", indicó la antigua redactora jefe, Roxana Dobrita, feliz por los "numerosos pedidos" recibidos por los artesanos de Bihor.
"Sacrilegio" por error
Con todo, Catalin Dobre, director creativo en McCann, considera que "la industria de la moda debería hacer más para apoyar las tradiciones". "En todo el mundo, las grandes marcas se inspiran de las diferentes culturas sin reconocerlas", asegura.
Pero Horatiu Ilea, conservador en el Museo del Campesino Rumano de Bucarest, cree que las acusaciones contra Dior no están justificadas. "La cultura está viva, las ideas circulan, no podemos impedirlo", señala, recalcando que "la apropiación cultural" existe "desde la Antigüedad".
Según él, "en lugar de perseguir a quienes copiaron el objeto sin darse cuenta o sin pedir permiso, Rumania debería saber aprovechar este incidente, lanzando por ejemplo una campaña de promoción de objetos tradicionales y artesanales".
Plagio o no, hay un detalle importante que no se le escapa a ningún vecino de la región: el chaleco que lleva la joven modelo parisina tenía motivos reservados exclusivamente para los hombres. "Hay un símbolo fálico bordado en la espalda y solo los adultos en edad de procrear están autorizarlos a llevarlo", subraya el director del museo local de Beius, Cristian Tota. "La tradición no permite que una mujer lleve un cojocel de hombre o al revés", agrega Hanza, destacando que "es una profanación, un sacrilegio".
A todas luces, se trata de un elemento que la famosa casa francesa "seguramente no conocía", señala Hanza, madre de tres hijos. La AFP intentó contactar con Dior para que comentara el caso, pero no quiso contestar.
Foto: Daniel Mihailescu / AFP