Balenciaga, Demna y la búsqueda de la autenticidad: “Odio las etiquetas y odio que me etiqueten”

El entrar a explicar el significado de una colección de moda recurriendo a frases como “defensa de la individualidad” o como una “reivindicación de lo auténtico” a través del vestir, puede resultar en un ejercicio tan manido como carente de un auténtico significado. Una muestra precisamente de esa vacuidad contra la que buscan asestar una punzada certera esas mismas expresiones, convertidas en la mayoría de los casos en consignas sin la mayor pretensión que la de ofrecernos a nosotros, oh indefensos y perdidos consumidores, una boya a la que asirnos en mitad de este incierto océano en el que toman forma nuestros ir y venir de soles. Como igualmente trillado resultaría el apuntar a continuación que “este no es ese caso”, y que esta colección, la última presentada por Balenciaga, “se escapa a esa norma”, en una afirmación que su propio director creativo, el georgiano Demna, nuevo gran maestro y pilar de la nueva escena de la moda internacional, se muestra firmemente decidido a convencernos, o no.

Presentada en el marco de esta última edición de la Semana de la Moda de París como la propuesta de su línea de prêt-à-porter para hombre y mujer de cara a la próxima temporada de Verano de 2023 —la casa mantiene separadas las de Primavera y de Verano—, la colección terminaba viendo la luz a lo largo de un desfile que se encargaba de abrir el rapero y productor musical norteamericano Kanye West, muy cercano a Balenciaga y a la figura de Demna, desfilando sobre una singular pasarela que no era sino un auténtico y verdadero lodazal. Un ambiente, a priori, nada adecuado para la presentación de una colección de una firma “de lujo”, escogido precisamente y con toda intención por el director creativo de la casa, como escenografía desde la que seguir avanzando en los fundamentos de lo que defiende que hay que tender como el nuevo concepto de “lujo”. Un principio que para el georgiano no se encuentra ligado ni a precios ni a ideas estereotipadas, y que habla más de ese lujo que debemos de autopermitirnos de querer y apostar por ser lo que realmente somos, tratando, en ese ejercicio, de huir y zafarnos, como el mismo diseñador trata de hacer con sus colecciones y con su manera de enfrentarse a la moda, de cualquier idea preconcebida que tengamos, o que tengan sobre nosotros mismos.

“El decorado de este desfile es una metáfora de la excavación en busca de la verdad y por mantenerse con los pies en la tierra”, explicaba el propio diseñador georgiano en la nota explicativa hecha pública con motivo de la presentación de esta colección. Unas escuetas líneas en las que, como síntesis de esta colección, e hilando con esa actual guerra que está teniendo lugar en Ucrania y que le lleva a rememorar las causas que le llevaron a él y a su familia a convertirse en refugiados en Europa, defiende el que “dejemos que todos sean lo que quieran ser”, mientras nos invita a “hacer el amor y no la guerra”.

Avanzando hacia un nuevo lujo como sinónimo de lo personal y de lo auténtico

Sirviéndose de esta misma nota explicativa, el diseñador georgiano a querido apuntar que a partir de este momento rechaza entrar a explicar el significado o el sentido de cada una de las distintas propuestas que siga concibiendo, para en contra limitarse a destacar el sentimiento que le conduzca hasta su ideación. Un ejercicio de paroxismo al que buscará así dar rienda suelta en una mayor aproximación de su obra a la condición de obra de arte, en lo que reivindica que además se evidencia como una muestra de esa defensa de la individualidad y de la autenticidad que trata de promulgar a través de sus diseños, escapando a toda clase de interpretaciones preestablecidas.

“Odio las cajas y odio las etiquetas y odio que me etiqueten y me coloquen en una caja”, explica el diseñador. No obstante, “a la sociedad, a Internet y al mundo en general les encanta hacerlo, porque se sienten seguros de esta manera”. Pero “uno necesita tener coraje y persistir en querer asumir verdaderamente su identidad y quienes son realmente”; y en esa búsqueda, “cada día se convierte en un campo de batalla para defender esa identidad única”. “Cuanto más tratas de ser tú mismo, más te golpean en la cara”, pero “qué bueno es ser diferentes los unos a los otros”; y en esa reivindicación por ser nada más ni nada menos que aquello que somos, apunta Demna, “el desafío es levantarse y seguir caminando hacia nuestro verdadero yo, después de haber sido golpeado y derribado”.

En lo que respecta a esa autenticidad vinculada a su faceta como diseñador, prosigue el director creativo de Balenciaga, “la moda ama las cajas y las etiquetas más que nada”. “Lujo, no lujo, street, couture, bueno, malo, viral”, “todo es lo mismo” y, lo que es más importante “a quién le importa”. “Poner la moda de lujo en la caja de lo refinado, exclusivo y visualmente caro es limitado y una concepción de la vieja escuela”, defiende en diseñador. “El individualismo en la moda queda degrado a alguna pseudotencia dictada por algún post de stories de alguna celebridad del momento”, en una degradación a la que el diseñador se muestra decidido a no contribuir, sino más bien lo contrario, razón por la que “he decidido no explicar ya mis colecciones ni verbalizar mis diseños”, apostando en contra por “expresar un estado de animo”. “La moda es un arte visual y todo lo que necesitamos es que sea vista a través de los ojos de alguien”, llegando “en el mejor de los casos” a que “no debería necesitarse de una historia para venderse a alguien”. “Te gusta o no”, apostilla el diseñador.

Una “manchada” colección de corte genderless

Para sostener toda esta diatriba contra los cánones preestablecidos de la moda-lujo, el diseñador georgiano, siguiendo con lo que ha sido una constante a lo largo de su brillante carrera como creativo, recurría así pues a esta “enfangada” colección de verano, con una presentación alejada hasta el extremo de los refinaos y pulcros salones en los que suelen presentar sus colecciones la mayor parte de las firmas que se muestran como sus principales competidoras dentro de la categoría del “lujo”. Un espectáculo que nos ha hecho soñar con los disruptivos desfiles que organizaba Martin Margiela, en su defensa por una moda igualmente más auténtica y alejada de lo asimilable con el sector del lujo, aquí eso sí en una línea, le pese o no le pese a Demna, claramente urbana y ligada al street style.

Sobre una paleta cromática en la que volvieron a primer las tonalidades negras, mientras platas, rojos, rosas y blancos sucios se encargaban de aportar la dosis de luz y de color, pudimos descubrir una propuesta construida a partir de unas líneas amplias de corte genderless. Destacándose como piezas clave de la colección desde las ya tradicionales sudaderas con capucha de Balenciaga, a prendas inspiradas en el mundo del motor y del automovilismo, unos cuerpos de tipo corsé, diferentes modelos de vestidos en acabados satinados y brillantes, unos conjuntos de sastrería que se mantienen en sus líneas “oversize”, o las habituales chaquetas acolchadas de Balenciaga, aquí en su versión más ajustadas. Destacándose igualmente y de manera sobresaliente la colección por esos acabados “sucios” y “gastados”, presentes tanto en las piezas de indumentaria como en complementos y calzado.