Experimental e inquietante: la “crudeza” de Prada marca el arranque de Milán Fashion Week
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Como parte y uno de los principales platos fuertes del calendario oficial de esta presente edición de la Semana de la Moda de Milán, tal y como estaba programado este jueves tenía lugar el desfile de presentación de Prada de su colección de mujer para la próxima temporada Primavera/Verano de 2023. Una propuesta que ha llegado nuevamente firmada a cuatro manos por Miuccia Prada y Raf Simons, y que la prestigiosa firma italiana se encargaba de presentar a lo largo de un esperadísimo desfile que tenía lugar desde el interior del espacio Deposito de la Fondazione Prada de Milán.
Sobre una escenografía nuevamente concebida en colaboración con el estudio de diseño AMO, que en esta ocasión además contó con la colaboración, a través de una intervención visual, del director de cine danés Nicolas Winding Refn, Prada presentaba “Touch of Crude” (Toque de crudeza). Nombre con el que han terminado bautizando a una propuesta de un nivel tan elevado, en cuanto a factura, como es habitual en la firma italiana, pero que ha llamado poderosamente la atención tanto por el carácter experimental que respiraban todas y cada una de las piezas de la colección, como por el tono, entre inquietante, futurista y carente de serenidad, que transmitían los diseños. Unas características que, defienden de algún modo desde Prada, serían el resultado de la suma de las distintas realidades y maneras de enfrentar la vida que se muestran como el principio generador de la idea sobre la que se asienta esta colección de corte disruptivo. Un concepto que puede resultar tan hiriente y confuso, como brillante y acogedor, en lo que, a través del vestir, se traduciría en la suma de las distintas tipologías de prendas que pudiéramos encontrar en nuestros armarios, fusionadas aquí y ahora en esta muestra de crudeza en la que se destapa esta “Touch of Crude”.
Una colección brutalmente humana
Con este mensaje por querer fusionar y unir todos los aspectos de nuestra vida diaria hilando de extremo a extremo la colección, nos topamos con una algarabía y mezcolanza de acabados, tejidos, formas, patrones y volúmenes, que, por extraño que pudiera resultar, terminan dando forma a una propuesta bien cerrada y perfilada capaz de ofrecer una estética unificada.
Sobre una paleta cromática que avanza desde unos fríos grises piedra, quién sabe si reflejo de esos miedos e inquietudes que nos aguardan en nuestra cotidianidad, para dar paso a destellos en amarillos luminosos, a cálidas tonalidades marrones y ocres, a centelleantes rojos, esmeraldas y azules y a unos más que nunca etéreos blancos, aquí presentes en multitud de transparencias y tejidos semitranslúcidos, los diseños se muestran tan contundentes como delicados. Un enfrentamiento de significados que se erige en principio estructural de esta propuesta, en la que se cruzan la ropa de día con la intimidad de las prendas de noche, donde los vestidos adquieren forma de finas sábanas de algodón o de seda anudadas al cuerpo, en la que la los abrigos se fusionan con las cazadoras de piel, y en la que la sastrería se desdibuja para mostrarse solamente como unas telas en bruto y arrugadas sujetas al cuerpo.
“Hay una correspondencia entre lo crudo y lo sensual, entre la delicadeza y lo áspero, una emulsificación de contrastes”, describen desde Prada sobre esta propuesta a través de un comunicado. Una colección, añaden, que “juega constantemente con la desemejanza y la paradoja, alternando entre diferentes visiones”, entre “realidades separadas”; mientras que, en un diálogo con la propia ambientación del desfile, “se utiliza una tela a base de papel” para confeccionar una serie de vestidos. Unas piezas que se muestran “rasgadas sobre el cuerpo” de una manera “íntima e impulsiva”.
Los gestos humanos como esos son así los que se encargan de dar carácter a la superficie de las prendas y de los accesorios, piezas marcadas por “las huellas de la vida”, añaden desde la firma italiana en un tono ciertamente poético. Unas piezas marcadas por esa crudeza, que encontraremos en forma de “fisuras intencionadas”, mientras que “las torceduras, las arrugas y los pliegues captan una espontaneidad” que termina plasmada sobre las prendas a modo de bello recuerdo de lo que es vivir. Todo, mientras explosiones de color hablan de los aspectos más alegres y serenos, y hasta sensuales, que pueden darse a lo largo de esa misma vivida. “La realidad se traduce en humanidad” en esta colección, apostillan desde Prada, en lo que bien sintetiza el espíritu de esta colección. Una propuesta para vestir a una mujer real, y diseñada con la clara intención de a través de ella lanzar el mensaje de que la mujer puede defender tanto su fuerza como su fragilidad, viviendo de una manera auténtica y sin compartimentar ni rechazar ninguno de los aspectos ni de los sentimientos que le puedan llegar a despertar a lo largo de la vida desde su “yo” más íntimo.