La vida viste de Prada
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Madrid – Como otro de los platos fuertes de esta actual edición de la Semana de la Moda Masculina de Milán, a primera hora de la tarde de este pasado domingo, 14 de enero de 2024, alcanzaba finalmente a tener lugar el último y esperado desfile de la casa de modas italiana Prada. Una propuesta que ha llegado nuevamente firmada a cuatro manos por Miucci Prada, heredera de la familia fundadora de la firma, y por el diseñador de moda belga Raf Simons, codirectores creativos ambos de la casa desde el pasado mes de abril de 2020, en esta ocasión sostenida sobre un inspirador mensaje sobre la necesidad de hacer confluir nuestros respectivos modelos de vida, con el ciclo natural de las cosas, y del tiempo, aun y cuando este cada vez se muestra más alterado e inconsistente que nunca.
Para empezar a tratar de descubrir las “sensibilidades” ocultas tras esta colección, bastaba con ascender unos metros desde el área de el Deposito de la Fondazione Prada de Milán, espacio que nuevamente fue el escogido, como ya es tradición, para dar a conocer esta última colección de la firma, y escalar hasta la última de las plantas reservadas para exposiciones de la Torre del recinto de la Fondazione. Un espacio en el que, como parte de los fondos de la colección permanente de la Fundación, se mantiene instalada una instalación artística de carácter marcadamente distópico, desde la que puede descubrirse a una suerte de científico encerrado en una pecera, afanado en sus tareas rutinarias, mientras la vida gira, vive y muere a su alrededor. Una pieza que, como interpretación, bien vendría a servir de muestra de la completa falta de perspectiva y de la flagrante muestra de asincronía que existe entre lo que resultan ser nuestras metas y objetivos diarios, con respecto de nuestras propias aspiraciones vitales y sobre los mismos ritmos del tiempo. O lo que es lo mismo, una manifestación de cómo los árboles, representados aquí en forma de nuestras tareas profesionales y/o rutinarias, nos impiden ver un bosque no resulta ser otra cosa que nuestra propia trayectoria vital y el mismo mundo natural en el que nos desenvolvemos. Las dos esferas que terminan por conformar nuestra identidad y nuestro yo, en base a las enseñanzas que nos dejara José Ortega y Gasset desde su celebérrima reflexión de que “yo soy yo y mis circunstancias”, es decir, somos nosotros, y lo que la vida, el medio natural, el entorno, y todo lo que es exógeno y nunca ha dependido de nuestro cuerpo y de nuestra mente, han terminado por hacer de nosotros, y que desde esta colección desde Prada nos invitan a nuevamente detenernos a poner en valor, como mecanismo para, algo tan necesario y frágil como esencial, simplemente vivir.
Con este propósito, desde AMO, el departamento creativo y de diseño del estudio de arquitectura OMA, fundado por el reconocido arquitecto holandés, premio Pritzker de arquitectura del año 2000, Rem Koolhaas, y responsables precisamente de firmar el proyecto de la Fondazione Prada de Milán, terminaban concibiendo como telón de fondo para el desfile de esta colección, un disruptivo y distópico ambiente desde el que se ha entrado a fusionar las realidades venidas desde el interior de una oficina, con la del exterior de un entorno natural. Una combinación de tensiones con la que se ha buscado justamente poner en evidencia la dicotomía de una realidad que desde Prada nos convidan a tratar de hacer converger y a dejar de entender como dos realidades separadas, o hasta inclusive enfrentadas, en lo que debería de llevar, valoramos, a, primero, una reconexión de todos y cada uno de nosotros con el mundo real que nos envuelve, y, segundo, a entender su defensa como una cuestión capital a preservar, ya no por cuestiones ya cívicas, sino de puro egoísmo hacia para con nosotros mismos y nuestro bienestar.
Se trata así pues esta de una “una escenografía que yuxtapone el interior de una oficina con un paisaje natural”, en un ejercicio desde el que se busca “demostrar la paradójica dicotomía” que se da “entre estos dos mundos coexistentes”, explican desde la casa de modas italiana a través de una nota. De este modo el desfile “explora verdades fundamentales de la humanidad, nuestros instintos naturales y nuestras necesidades emocionales”, todo ello de la mano de una propuesta que erige en una manifestación de una tan “simple afirmación” como resulta del saber que hay “una profunda y esencial necesidad humana de conectar con el mundo que nos rodea”; con “los ritmos estacionales de la naturaleza”, con “el orden natural”, que “determinan los gestos de las prendas” que componen esta colección, y que “a su vez, reflejan y reaccionan al entorno, a estos ambientes dispares y distintos, interiores y exteriores”.
Entre tajes sastre y sandalias de pescador
Como resultado de esta suma de intenciones y de propósitos, nos terminamos encontrando frente a una más que nunca vital, y vitalista —entendida como sinónimo de “energizante”— colección de prendas masculinas pensadas para vivir y para ser vividas, compuesta, bajo el título de “Human Nature”, de una amplia sucesión de piezas eminentemente prácticas, pero desde las que no se rechaza tanto la formalidad como la informalidad más propia de los ambientes más opuestos de nuestra vida. Una combinación nuevamente de extremos antagónicos, cuya máxima expresión quizás encontraremos en los sobrios y depuradísimos trajes sastre de corte italiano que dominan esta colección, y que desde Prada nos presentan combinados con sandalias de cuero de pescador, y con gorros de invierno diseñados a modo de gorros de natación. Unas piezas estas con las que no solo nos invitan a mantenernos tan conectados durante el invierno con el mundo natural como durante los meses de verano, sino a tratar de seguir el pasado de los continuamente cambiantes ritmos de las estaciones, que hace ya largo tiempo que dejaron de mantenerse fijos en las fechas que marca el calendario.
De este modo la colección, diseñada de cara a la próxima temporada Otoño/Invierno 2024/2025, se descubre construida sobre rica y cálida paleta cromática, dominada por grises de ascendencia ocre y por distintas tonalidades de beige, junto a negros y marinos, y con rojos, mostazas, rosas, verdes y lilas como contrapuntos de color. Destacándose igualmente del lado de los acabados los enérgicos patrones en estampado pata de gallo, que terminan de aportar el tono más cálido e invernal a esta propuesta, en cuanto a diseño protagonizada por las distintas combinaciones de traje sastre, junto a abrigos de marcada inspiración marinera, y con nuevas versiones de traje en tejido denim como la contraparte más “desenfada” a su imperante estilo en corte de sastrería.
“Esta colección trata sobre algo básico: el instinto emocional de permanecer conectados a algo que conocemos, los ciclos de la naturaleza”, apostillan desde Prada en relación a esta propuesta, en línea con lo ya apuntado. Una colección desde la que así pues se busca abordar esa conexión que se trata de restablecer con “un mundo con estaciones, con clima”, y no con “una realidad artificial”; de la mano de unas prendas que “reflejan la idea del entorno y de las estaciones, sin importar dónde vivas”. “Hay una sensación de lo exterior, del momento actual de la naturaleza” por la que pasa a cada momento, así como “una expresión directa del deseo de salir”, de querer el buscar salir a “experimentar el mundo”, en una acción para la que desde Prada se han propuesto brindarnos del armario perfecto de la mano de esta colección. Una propuesta que cierto es que quizás pueda resultar mucho más sobria de lo que sus estudiados detalles gustarían de mostrarnos, y por lo que cabe preguntarse si el quizás ha primado más el aspecto racional, ligado a nuestras monótonas jornadas de trabajo, que esa parte emocional, a la que justamente reclama Prada, y que es la que nos empuja a querer a salir a descubrir el mundo.