Prada: verticalidad, femineidad y nostalgia

Madrid – Como uno de los acontecimientos clave, una vez más, del calendario oficial de la Semana de la Moda de Milán, este jueves, 22 de febrero, la casa milanesa Prada presentaba su última colección de mujer, para la temporada Otoño/Invierno de 2024/2025. Una propuesta que terminó quedando articulada en torno a los principios de la verticalidad de las siluetas, la feminidad de los patrones y por la nostalgia aportada por las tipologías tradicionales e históricas en el vestir, base y punto de partida desde el que se han terminado por modelar el conjunto de las piezas de la colección.

Firmada nuevamente a cuatro manos por Miuccia Prada y Raf Simons, codirectores creativos de Prada desde el pasado mes de abril de 2020, siguiendo con la que viene siendo la metodología habitual desde la que, de un modo u otro, parten las grandes casas de moda del sector del lujo, la colección nace y surge, como bien apuntábamos, de una pulsión tan genuina como propia, y a la vez necesaria, de querer buscar salir a reconstruir las siluetas tradicionales del pasado, revisitándolas y reconfigurándolas para adaptarlas a los nuevos tiempos modernos. Un ejercicio con el que las casas del lujo, y en lo que Prada aquí no deja de resultar una excepción, consiguen no solo subrayar su propia historia y sus profundos conocimientos y nociones sobre la misma historia de la moda, sino al tiempo además destacar el valor atemporal sobre el que, en esencia, siguen descansando sus creaciones, convertidas así en un punto más de la misma historia de la moda que contribuyen a escribir a cada nueva colección, como punto y seguido de lo ya inmediatamente escrito en la propuesta anterior.

Si como bien señalamos en este ejercicio la histórica casa milanesa no resulta una rareza, sí lo es la manera y las referencias propias que emplea para la hora de materializar sus ejercicios de reconstrucción de las identidades estereotipadas de la indumentaria del pasado, en su viaje al presente, y con además la mirada puesta en el futuro. Cuestión para la cual, y con respecto a esta colección, se ha puesto el foco en la moda italiana de mediados del siglo XX. Una moda de los años 50, 60 y 70, ampliamente difundida desde las grandes obras del cine de aquellas décadas filmadas por maestros como Rossellini, Visconti o Fellini, en lo que ha hecho justamente que termine bien grabada en el imaginario de todos, componiendo una suerte de recuerdos efímeros, y distorsionados, que son los que Prada y Simons se han marcado por objetivo modelar, dando paso a una propuesta rebosante de puntos que nos resultarán familiares, pero puestos al servicio de una nueva moda de hoy. La perfecta unión así pues esta entre el pasado, a través del candor de la nostalgia, y el presente y el futuro, marcados siempre por esa indeterminación y esas incertidumbres que nos demanda poder contar con la seguridad que aporta el pasado conocido.

De este modo, puntualizan desde Prada, la colección “incorpora moda desde fragmentos de historia, en una exploración de las nociones de la belleza, para un mundo contemporáneo formado por recuerdos”. Un claro “romance, con el pasado”, en el que el propio pasado se descubre como “un instrumento, una herramienta de aprendizaje, que se utiliza aquí para intentar crear algo nuevo”. Para ello, “el conocimiento de la historia no solo da forma a lo contemporáneo, sino que lo define”, con prendas que hacen “referencia a diferentes épocas, a otros tiempos”, que son “ecos sincrónicos reconstextualizados”. Aún así, apuntan desde una nota explicativa, “más que un ejercicio de intelectualidad, esta colección es una reacción emocional, a unos ideales de belleza que aún resuenan”, ideales que desde Prada parecen decididos a subrayar brindándonos el refugio que, estilísticamente, necesitamos para seguir pudiendo hacer frente a las inquietudes e incertidumbres de hoy.

Líneas columna, en tendencia años 50

Explicada la pulsión más “poética” sobre la que se asienta la propuesta, dándole forma, en primer lugar, nos encontramos con una rica paleta cromática dominada por la elegancia del negro y la opulencia de los blancos. Punto y contrapunto de esta colección, entre los que se dan paso a una amplia presencia de grises, junto a destacadas notas de color en femeninos rosas y violetas, y a unos azules, amarillos, rojos, verdes y cianes, que terminan por aportar tanto profundidad como luz y ritmo al conjunto de la propuesta.

Integrada por un total de 58 looks de pasarela, en cuanto a patrones, para la colección se recuperan las siluetas exageradamente verticales, construidas a partir de la revisitación de prendas clave del armario femenino, pero a las que se terminan de dar forma mediante la utilización de tejidos y materiales ligados al tradicional armario masculino y a sus trajes de sastrería. Decisión que se enfrenta a la recuperación al tiempo de elementos indiscutibles de la feminidad, como unos lazos y volantes que encontraremos aportando el carácter femenino a esas siluetas en columna, junto a unos pliegues y frunces que a su vez se encargan de desdibujarla de manera tenue.

Como resultado, de esta suma de procesos y características, como piezas clave, destacan sin duda los vestidos extrafemeninos recubiertos de un sinfín de lazos y lazadas de seda; los conjuntos de traje sastre de falda y chaqueta; los vestidos de corte columna con detalles en formas de cenefas; o las delicadísimas prendas de punto, entre las que encontramos desde coloridas y finas rebecas, a chalecos sin manga o unos gordos suéteres con apliques-joya en forma de lazos y hojas de laureles. Pudiendo a bien destacar desde un apartado aparte, la presencia de esos vestidos de marca herencia años 50, rectos y de tipología saco, que encontraremos primorosamente adornados de pequeños lazos, amplias lazadas, y de bandas en acabado en efecto visión, eso sí no procedente de un origen animal, práctica que la firma rechazó seguir empleando desde a partir de sus colecciones para Primavera/Verano de 2020.

Siguiendo con ese historicismo y esa nostalgia sobre la que se asienta la colección, desde la propuesta se ha buscado evidenciar cómo “las prendas estereotipadas de hoy”, desde las chaquetas “biker”, a las cazadoras bomber o las prendas de punto, “están moldeadas por elementos extraídos de la historia, cambiando líneas y detalles”. Este “concepto de fragmentos” de historia, “se refleja literalmente a través de elementos incrustados dentro de otras prendas, y en piezas talladas alrededor del cuerpo, pero despegadas para exponer sus capas internas”, explican desde la casa de modas milanesa.

Dando forma a estas intenciones, “las faldas forman una fachada de tela”, mientras se suceden los “contrastes entre fuerza y delicadeza”, mediante, por ejemplo, enfrentado “frágil seda contra lana de sastrería”. Mientras tanto, “la silueta” se muestra “estrecha, atenuada con una verticalidad exagerada”, que permite al tiempo ceder parte del protagonismo de los estilismos a unos complementos, en forma de zapatos y sombreros, que “llevan sus proporciones hasta el extremo”, mientras los bolsos se muestran “suspendidos” en el aire, enfatizando la rotundidad de esa verticalidad de la silueta, modelada a partir de una ropa que “abraza el cuerpo”, en “una manifestación directa de femineidad”. Cualidad esta que se ensalza mediante la presencia de esos elementos que se consideran como “los clichés de la feminidad”, entre lazos, volantes y frunces, y cuya presencia en el conjunto de esta colección, defienden desde Prada, no solamente permite agudizar ese punto femenino de la propuesta, sino que busca abrir y plantear la duda sobre por qué persisten en esa precisa condición de imagen y símbolo de lo femenino.