Schiaparelli, entre el surrealismo y un nuevo “modo” David Lynch
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En el marco de las celebraciones de esta Semana de la Moda de París, organizada por la Fédération de la Haute Couture et de la Mode francesa (FHCM) sobre la capital gala entre los días del 27 de septiembre hasta este martes 5 de octubre, tenía lugar ayer la presentación de la última colección de la casa Schiaparelli de su línea femenina de prêt-à-porter. Una propuesta diseñada por el director creativo de la casa, el diseñador estadounidense Daniel Roseberry, que la Maison francesa se encargaba de desvelar a lo largo de un desfile digital organizado a modo de fashion film que pudo seguirse a través tanto de los canales oficiales de la casa de modas como de la plataforma propia de la FHCM.
Volviendo una vez más a valerse de la constante inspiración que le despierta el legado, la historia y la figura de una siempre magnética Elsa Schiaparelli, fundadora de la casa, en un ejercicio de evolución de los propios valores de la firma de modas, Roseberry deja atrás el legado surrealista de la etapa fundacional de la Maison, para avanzar hacia un nuevo periodo “lyncheniano”. Una etapa influenciada por los universos imaginativos y disruptivos del cineasta David Lynch, cuya visión vanguardista del cine pone a dialogar Roseberry en esta propuesta junto a la inherente creatividad de la que siempre supo hacer buena gala la diseñadora italiana. Quien a lo largo de su dilatada carrera llegaría a significarse como la máxima representante por excelencia de la Alta Costura francesa, llegando a eclipsar con sus diseños y con su personalidad hasta a la mismísima Coco Chanel.
“Esta temporada, como siempre, he pensado en la mujer que está detrás de esta Maison: Elsa Schiaparelli, que dio a esta casa no sólo su nombre, sino su identidad”, nos explica el propio Daniel Roseberry a través de un comunicado. “Puede que el término ‘psico chic’ no existiera en la época de Elsa, ni tampoco ahora”, y “sin embargo, es la forma en que siempre me explico a mí mismo su visión”. La de “una mujer fascinada por los albores de la era tecnológica, por los avances en los tejidos y la ingeniería, por la vanguardia en el cine y el arte”. “Era una mecenas de las artes, y una artista en sí misma”, apunta Roseberry, “pero también era un tipo de científica, alguien que celebraba la innovación y el progreso de todo tipo”, ya fuese este de tipo “creativo, social” o “cultural”.
Una colección dual que navega entre la surrealista herencia de la casa y unos nuevos aires “lynchinianos”
Depositando su atención e intentado profundizar en la magnitud de su figura, Roseberry plantea en esta ocasión una colección dual con la que trata de acercarse, por un lado, a la imagen de aquella Elsa Schiaparelli diseñadora e icono de la Alta Costura francesa de las décadas de los años 30 y 40, y por otro a la de esa otra Schiaparelli alejada de los focos. Dos caras de una misma mujer, que ha buscado reflejar por un lado en la “Elsa de la ciudad”, y por otro en la de esa otra “Elsa de vacaciones” que le han servido para articular la colección.
“¿Quién era ella en casa, o de vacaciones? ¿Quién era cuando se bajaba del escenario, cuando estaba sola, alejada de la brillante y rutilante París?”, se preguntaba Roseberry. Dos cuestiones que son las que le conducían a plantear la cuestión sobre “¿qué lleva la mujer Schiaparelli cuando no está, por utilizar un término muy querido de las drags, sirviendo?”.
Como respuesta, ya en términos de diseño, Roseberry presenta a una Elsa Schiaparelli en un entorno urbano en el que vuelven a hacerse presentes los códigos propios de la casa nacidos de su gusto por el surrealismo. Un conjunto de piezas adornadas con elementos tan propios de su actual lenguaje creativo como esos escotes decorados, unas líneas corporales que se desplazan de su lugar y que se exageran, o con una joyería surrealista que no duda en saltar a las propias prendas, dando forma a cierres en forma de candados, cadenas y ricos bordados.
Frente a esta opción más comedida, Roseberry nos presenta a esta otra Elsa “de vacaciones”, dispuesta de un armario, no tanto de “ropa de vacaciones” pensada para “un destino físico, sino también para un estado de ánimo”. “Son piezas para una evasión literal, pero también para un escape de la realidad, un vestuario para un paisaje lynchiano, donde la imaginación puede vagar sin límites”, explica el diseñador. “Para este estado del ser y de la mente”, apunta, “hay trajes de baño de fantasía, como un body de punto a rayas multicolor hecho de algodón mercerizado a mano en seco”; “un vestido fluido de seda negra, que parece haber sido colocado directamente sobre su portadora”; o “un caftán con cinturón hecho de viscosa de seda tropical, cuyas rayas rojas y blancas recuerdan a las icónicas sombrillas de playa que, en verano, adornan la costa mediterránea”.
“Las siluetas son sencillas, pero el espíritu de la casa”, con “su atrevimiento, su odio a lo banal y a lo suficiente”, “permanece intacto”, sintetiza el diseñador. Quien, terminando por contestar a sus propias preguntas, resume en que la imagen de esta Elsa Schiaparelli que nos presenta con esta colección dual, es la imagen de una mujer “refinada pero atrevida. Elegante, pero un poco vulgar. Conservadora, pero desinhibida. Con un corte a medida, pero también relajado. Discreta, pero también performativa”. “Estas dualidades”, apostilla, “fueron las que hicieron que Elsa fuera quien era, pero también son las que hacen que cada mujer que viste Schiaparelli sea quien es. Es irreductible y, por ello, inimitable. Sigue siendo quien es, incluso cuando nadie la ve”.