Schiaparelli, surrealismo elemental

Una edición más, la renacida casa de modas Schiaparelli ha sido la encargada de inaugurar el calendario oficial de esta nueva edición de la Semana de la Alta Costura de París. Celebraciones que se prolongarán desde ayer, lunes 24 de enero, y hasta el próximo jueves 27, durante las que llegarán a presentar sus últimas propuestas en Alta Costura de cara a la próxima temporada Primavera/Verano de 2022 un total de 29 casas de moda, con la firma de moda rusa, aspecto ciertamente polémico dadas las actuales circunstancias en el entorno geopolítico, Yanina Couture estrenándose en el calendario como nueva firma de moda invitada.

Partiendo del formato híbrido por el que se está rigiendo esta edición, debido a los todavía persistentes retos que sigue representando esta pandemia por coronavirus en materia de salubridad, la legendaria casa francesa hacía uso de ella en la mañana de ayer para abrir el programa oficial de desfiles, firmando el que no era sino su regreso a las pasarelas y a los desfiles en vivo y con público. Una modalidad a la que no recurría, por efecto de la pandemia, desde la presentación de su colección de Alta Costura para la temporada Primavera/Verano de 2020, el pasado 20 de enero de aquel mismo año. Fecha que se situaba escasamente unas semanas antes de que el virus del coronavirus terminase cerrando y fulminando toda muestra de una presentación física, en un tiempo que la casa ha venido desde entonces aprovechando para dar a conocer sus colecciones, tanto de Alta Costura como de prêt-à-porter, exclusivamente en formato digital, elaborando para tal fin un más que llamativo compendio de presentaciones virtuales, elaboradas a modo de fashionfilms.

Redefiniendo las bases del surrealismo frente a una realidad distópica

Firmada nuevamente por el diseñador norteamericano Daniel Roseberry, director creativo de Schiaparelli desde abril de 2019, en esta ocasión el creativo tejano, siguiendo en su permanente homenaje a los valores fundacionales de la casa y a los principios defendidos por su fundadora, la diseñadora de ascendencia italiana Elsa Schiaparelli, entraba nuevamente a imbuirse del más exuberante surrealismo. Movimiento que no dudaba en abrirse a reformular, para devolvérnoslo en su estado más elemental, en lo que debe de entenderse como una adaptación de la estética y de los principios imaginativos de la Maison a esta nueva realidad distópica que nos circunda, y ante la que parece que cualquier exceso surrealista termina palideciendo.

“¿Qué significa el surrealismo cuando la propia realidad se ha redefinido?”, se autoinquiere el diseñador tejano con motivo de esta colección. Y es más, “qué significa la moda, qué tiene que decir la moda, en una época en la que todo cambia?”, añade. Preguntas a las que ha tratado de dar respuesta con una colección que armaba durante el pasado mes de abril de 2021. Un “un breve periodo de esperanza” en el que “las vacunas empezaban a estar disponibles”, los “viajes volvían a ser una posibilidad”, y “podíamos empezar a imaginar que nuestra pesadilla colectiva había quedado atrás, o al menos lo haría pronto”.

Una ensoñación que, al menos por ahora, se ha terminado disipando con la propagación de la variante ómicron, dejándonos con una fuerte “sensación de pérdida”, “de personas, la más desgarradora”, pero también de esa “seguridad” a la que veíamos confiándonos. “También está la sensación generalizada de agotamiento que todos sentimos”, tras estos ya dos largos años de pandemia durante los que “la moda ha insistido en su relevancia”, en un papel del que “puedo sentir que incluso algunos de sus practicantes ya no están convencidos”.

Lo elemental como principio, más allá de la moda

Para tratar de dar salida a ese conjunto de emociones, y adentrándose en el pantanoso terreno de tratar de dilucidar, tanto para sí mismo como para el público, cuál es el papel y por qué es importante el papel que puede llegar a seguir desempeñando la moda durante esta nueva realidad, Roseberry plantea con esta colección un giro hacia los principios elementales del surrealismo, y de la casa.

Con esa idea, el diseñador norteamericano ha confeccionado un total de 23 estilismos, todos ellos elaborados sobre una elegantísima paleta cromática que navega entre las tonalidades del blanco, el negro y el oro. Tres acentos con los que termina construyendo una colección repleta de guiños y referencias a elementos icónicos de la casa Schiaparelli, como la Fuente de Apolo de Versalles o las palmeras vintage de Schiaparelli, de los que se sirve para dar forma al fondo de armario de una suerte de diosa/sacerdotisa, llegada de las estrellas y capaz de caminar sobre la tierra. Figura alegórica a la que viste de piezas de sastrería de líneas afiladas, cinturas entalladas y cuellos de paloma. Con chaquetas cortas, bustiers y vestidos, piezas todas ellas ricamente bordadas y finamente recubiertas de pedrería.

“Después de dos años de pensar en lo surreal, me encontré pensando en lo empíreo: El cielo como lugar para escapar del caos de nuestro planeta, pero también el hogar de una mítica gran sacerdotisa, a la vez diosa y alienígena, que podría de hecho caminar entre nosotros”, explica Roseberry. “Imaginé un ser cuyas ropas desafiaban las reglas de la gravedad”, sirviéndose para ello de aquello que “me parecía emocionante en ese momento”; y que no eran los excesos, sino “algo diferente, algo comedido”.

“De repente, el color me parecía mal. También el volumen. Todos los trucos que los diseñadores de alta costura (incluido yo) utilizan para comunicar grandeza y artesanía”, desde las “grandes siluetas, gloriosos pufs de tela, enormes volúmenes”, “me parecían vacíos”. “En su lugar, quería ver si podíamos conseguir el mismo tipo de dramatismo y de otro mundo sin recurrir a esos tropos”, confiesa el diseñador. En suma, “me di cuenta de que lo único que necesitábamos era el negro, el blanco y el dorado, pero no era tanto una vuelta a lo básico como un movimiento hacia lo elemental”. Un principio este que el diseñador parece decidido a invitarnos a que mantengamos como eje central de nuestras vidas, más allá del terreno de la moda.

“Diseñar esta colección también me hizo darme cuenta de algo más”, apostilla ya en respuesta a esas preguntas sin respuesta sobre el sentido de la moda. De que “hay diseñadores que diseñan porque aman la ropa. Hay diseñadores que hacen ropa porque aman el oficio, porque aman a la gente. Hay diseñadores cuyo trabajo está en deuda con la moda como concepto, o con el glamour como negocio. Pero yo diseño para que la gente sienta algo”, concluye. “Cuando la ropa, la artesanía, el pelo, la música y quien lo luce están en armonía, cuando todos intentan comunicar algo, podemos recordar por qué amamos la moda, por qué yo amo la moda. No es por los famosos. No es por los ‘likes’. No es por las críticas. Es porque, cuando se hace bien, cuando tiene algo que decirnos, puede ayudarnos a sentir lo inarticulable. Es porque todavía tiene el poder de conmovernos”.