Schiaparelli y lo extraordinario de lo imposible

Madrid – Firmando una brillantísima nueva entrega dentro de su era bajo la dirección creativa de Daniel Roseberry, la casa Schiaparelli se ha encargado de inaugurar, una vez más, el programa oficial de desfiles de esta nueva edición de la Semana de la Alta Costura de París. Jornadas que están llamadas a deleitarnos, hasta el próximo jueves 6 de julio, con las propuestas más sugerentes y atractivas ideadas por el conjunto de las casas de modas participantes de esta edición, en una serie de expectativas frente a las que nuevamente la célebre maison, fundada en París por la siempre a la vanguardia diseñadora y aristócrata italiana Elsa Schiaparelli en torno al año 1927, supo responder con creces, tanto en fondo como en forma.

Llegando de este modo para encargarse de abrir el programa de desfiles, ya no solamente de la jornada sino de toda esta nueva edición de julio de la Semana de la Alta Costura de París, la casa Schiaparelli terminaba por desvelar el conjunto de prendas de componen su última colección de Alta Costura, para la próxima temporada de Otoño/Invierno de 2023/2024. Una propuesta desde la que Roseberry entraba de nuevo a reinterpretar y construir una última colección valiéndose del conjunto de fundamentos y valores que constituyen los pilares fundamentales de la célebre casa de modas, dando como respuesta una propuesta que no ha dudado en alcanzar a definir como “agresiva”, “humana” y “atemporal”. Tres acepciones sobre las que Roseberry ha conseguido, de manera magistral, apuntalar y perfilar una magnífica propuesta, desde la que es capaz tanto de reivindicar y redefinir los códigos estéticos más propios e identificativos del imaginario de la casa, como de hablar desde ellos al momento actual y al presenta más inmediato en el que nos encontramos. Una atemporalidad por tanto no solamente de lenguaje estético sino de mensaje, a la que se ha terminado por dar forma mediante diseños de unas líneas marcadamente agresivas, y siempre con la reivindicación del talento artesanal y del poder de la imaginación de los hombres, como valor distintivo de esa moda, y de esa moda de Alta Costura, que busca reivindicar en todo momento como propia la casa francesa.

“Vivimos y creamos moda en una época en la que la creatividad, las primicias de Internet y los ‘gags’ de los famosos nos llegan cada semana, cada día y, ya, a cada hora”, entra a analizar el mismo Roseberry, desde la nota explicativa de esta última colección creada para Schiaparelli. “Algunos ni siquiera han sido creados por manos o mentes humanas” y “la mayoría se olvidan al día siguiente”, apunta el diseñador estadounidense, en lo que parecen ser claros apuntes desde los que hace referencia a las innovaciones que se están produciendo con el “despertar” de la Inteligencia Artificial. “Al adentrarnos en lo desconocido, cuando la expresión creativa y la fama parecen al alcance de cualquiera, al menos por un momento”, apunta en esta misma dirección, “nos preguntamos: ¿Qué puede abrirse paso?”, y “para nuestra Maison”, apunta Roseberry, será “el poder del diseño, el poder de nuestros artesanos y el poder de la mano humana en el trabajo”.

En respuesta precisamente a este contexto en el que nos encontramos y al que apunta el diseñador norteamericano, y a esas máximas que defiende como pilares desde los que seguir desarrollando el proyecto de la casa Schiaparelli, “quería que esta colección fuera agresiva, inconfundiblemente humana, y que se basara en referencias artísticas intemporales”. “Vestir, decorar y, sobre todo, crear, resulta tan primitivo como cualquier otro instinto que tengamos”, sostiene el creativo, y en contestación a esa suerte de pulsión, genuinamente humana, que el diseñador viene a defender para la hora de diseñar moda, Roseberry se ha focalizado precisamente para esta colección en tratar de servirse de ese factor, entendido a modo de “estímulo”, para diseñar una propuesta que se desvela como la materialización, física y real, del armario extraordinariamente imposible de una mujer.

“Después de la temporada pasada, en la que cada look se reducía a algo conciso e incluso a veces llamativo, mi instinto aquí fue construir la colección de otra manera”, y definirla como “una colección que se aventura, explora y se atreve”, como “una colección más orgánica, más sensual, más improvisada”. Para perfilarla, “encontré la libertad” que quería influir a todo el conjunto, en la idea de conformar la propuesta a partir del diseño de “las prendas por separado”. “Quería hacer un armario imposible, imposible no porque no se pueda llevar, sino porque es extraordinario”, y que se elevase como “una interpretación surrealista del armario esencial de una mujer”. Un objetivo que estima que se ha logrado en la materialización de esta colección, sobre la que sobrevuela “una sensación de libertad, de desobediencia”. “Son piezas que una mujer puede combinar como quiera”, y “esa sensación de transgresión y espontaneidad que debería experimentar cuando lo hace”, es “la que yo también sentí cuando las creaba”. Y es que, confiesa el creativo estadounidense, “la mayoría de los ‘looks’ que se ven aquí se crearon en los días previos al desfile”. “Este enfoque me pareció una revelación”, defiende Roseberry, en lo que le llevó a apostar por esta solución “improvisada”, en “lugar de fórmulas” de estilismos construidos “de pies a cabeza” y “que han sido trabajadas durante meses”.

Un armario “imposible”, colmado de referencias artísticas

La arriesgada apuesta de este modo practicada por Roseberry de, primero, confeccionar las distintas prendas pensándolas como piezas de una identidad propia e independiente, y segundo, de presentarlas de ese modo “improvisado” como la suma de unas partes discordantes sobre un mismo cuerpo, ha sabido a bien defenderse, sola y de manera magistral, gracias a la presencia del lenguaje de la casa Schiaparelli como elemento unificador de todas las creaciones ideadas como parte de esta colección. Un lenguaje y un imaginario creativo propio, que no es que solamente ya cuente con una serie de elementos bien definidos e identificativos, como pueden ser esos candados, esas cerraduras y esos juegos de “trompe l’oeil” que siempre fueron tan característicos de la obra “surrealista” de Schiaparelli, sino que, siguiendo con los modos de actuar que ya ejerciese la diseñadora, cuenta con unas herramientas igualmente propias y genuinas para, a través del arte, constantemente y de forma permanente seguir actualizando y renovando sus códigos. Un aspecto sobre el que, nuevamente, Roseberry ha terminado por hacer un especial hincapié para la hora de terminar de esbozar sus diseños.

Así pues, y a este respecto, en lo que concierne a la parte de la “forma”, es decir del diseño, de esta colección, el diseñador norteamericano ha presentado una propuesta cromáticamente asentada sobre el binomio black&white, con ligeras variaciones monocromáticas en verdes oliva, “nudes” y marrones ocre. Tonalidades que en suma terminaron por servir de base a una propuesta, desde la que el diseñador alcanzó a imprimir unas notas de gran dinamismo y “agresividad” pictórica, con punzantes impresiones en azules Klein, junto a destellos en plata y en oro, estos últimos terminados de afianzarse dentro de la colección de la mano de las distintas piezas de complementos y de bisutería y joyería con las que se terminaban de completar los distintos estilismos.

Mientras tanto, y en cuanto al “sentir” de las prendas, estas se volvieron a desnudar en su conjunto como una voluptuosa orgía de volúmenes, de cortes y de patrones, que abarcaban desde a pieza más ajustadas y “atrevidas”, con vestidos y conjuntos sostenidos mediante corsés con cuerpos en transparencias y varillas vistas, hasta voluminosas creaciones capaces de ocultar por entero la silueta de la mujer. Una silueta que no obstante, y para esos casos, se mantiene como capaz de seguir desenvolviendo toda su sensualidad, apoyada en los pliegues y en la construcción volumétrica de unos diseños que adquieren la práctica identidad de piezas escultóricas. Un valor este que se termina de ver sostenido por la amplísima variedad de referencias artísticas, tanto a artistas del pasado como a de esta época contemporánea, que el mismo Roseberry no duda a la hora de reconocer que han servido de inspiración para gran parte de las piezas de esta colección, en un ejercicio que sitúa como reflejo de los nutridos lazos que la misma Elsa Schiaparelli siempre mantuvo en su tiempo con la escena de las artes, en una suma de influencias que no dudó ya por entonces la diseñadora en llevar hasta la forma y la manera en la que diseñaba sus creaciones.

“Todo está unido por la larga conexión de Schiaparelli con el arte y los artistas: su atrevimiento, su color, su proceso”, resume el director creativo de la casa Schiaparelli. “Más que ninguna otra Maison, Schiaparelli siempre ha estado en conversación con el arte”, entendiendo la suya como “una forma de arte que habla con otra y se inspira en ella”. En consecuencia, “en esta colección, cada pieza se ha inspirado de algún modo en un artista, ya sea de la época de Elsa, de mediados de siglo o de la nuestra”, explica Roseberry.

Como respuesta a esas influencias, “pintamos a mano el cuerpo de una mujer con pinceladas inspiradas en Lucian Freud, y luego transferimos esa imagen a una media de seda elástica, donde cada pincelada se plasmó en brillantes paillettes”, mientras que “las piezas de mosaico de espejos del escultor Jack Whitten dieron lugar a una chaqueta y una falda de punto elástico con espejos rotos”. Igualmente, “una pitillera de cuero que recorta la falda de un vestido de baile es un homenaje a Sarah Lucas, y las cuentas y polvos de color azul intenso que cubren multitud de superficies son un guiño a Yves Klein, pero también a las ilustraciones infantiles de Miró”. Artistas cuyas huellas se ven acompañadas en esta colección con “homenajes a Dalí” y a “esos amaneceres surrealistas que dan lugar a una multitud de degradé de colores vibrantes”, a “Matisse”, pero no a su obra, “sino a las palmeras del hotel Regina”, o a Lucian Freud, cuyas paredes de su estudio londinense “inspiraron el espectacular caos de pinceladas pictóricas de un ‘puffer’ blanco laminado de gran tamaño”. “Esta colección se inspira en la agonía y el éxtasis de la creación”, sostiene Roseberry, “pero ofrece prendas que una mujer amará toda la vida”.